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De niña a investigadora

Si cuando era una niña me hubiera imaginado en «mi yo» en edad adulta, seguramente nunca hubiera pensado que iba a llegar a ser la mujer que soy en la actualidad. Durante mi niñez y mi juventud he sido una chica extremadamente tímida, con miedo a hablar a compañeros y profesores, muy insegura y posiblemente algo «torpe» a la hora de dominar determinados ámbitos de estudio. Durante mi niñez y adolescencia he sufrido la presión de la timidez y, a veces, la falta de empatía de algunos compañeros y profesores ante mi personalidad introvertida, sintiéndome siempre muy inferior a los demás. Sin embargo, siempre he luchado por mis sueños, por ser mejor persona, buena estudiante y aprender de aquellas disciplinas que me apasionaban. Esa lucha y trabajo perseverante hizo que naciera en mí una gran curiosidad por la investigación durante mi juventud.

Han pasado ya 18 años desde que una recién licenciada llena de dudas e incertidumbres empezó un camino incierto llamado doctorado y del que hoy está plenamente agradecida.

Esta elección profesional no es fácil y conlleva en su trayectoria una enorme cantidad de esfuerzo, dificultades, pero también mucha satisfacción y alegría cuando vas alcanzando determinados objetivos. Todavía recuerdo esas noches de desvelo, inquietud por si el trabajo realizado sería el esperado y, sobre todo, mucha dedicación ya que todo el tiempo dedicado te parece insuficiente en el ámbito de la investigación para poder sentirte orgulloso.

Realmente, nunca hubiera imaginado que acabaría siendo la investigadora que soy ahora, con mucho menos miedo a hablar en un auditórium lleno de expertos en tu área, con grupos de estudiantes a los que motivar, enseñar y orientar cada día, con compañeros de gran prestigio internacional. ¡Nunca lo hubiera creído cuando era una niña! Este proceso me ha hecho entender que, en la carrera investigadora, los méritos se cosechan poco a poco y, para ello, debe de mediar siempre la determinación, la disciplina, el trabajo y la dedicación.

La satisfacción sucede al esfuerzo realizado y la tranquilidad sobreviene a la conquista. Investigar es, en sí mismo, un acto de generosidad. Con la investigación no se pretende saber más sino encontrar respuestas desde la ciencia y transferir el conocimiento hacia la sociedad.

La primera recomendación que daría a aquellas jóvenes que han iniciado o van a iniciar una carrera investigadora es que estén motivados por lo que hacen y tengan pasión por su trabajo. En el ámbito investigador no existen horas de trabajo, sino horas de dedicación a un ámbito que te apasiona. Así, se hace necesario trabajar con constancia y perseverancia y tener confianza en nosotros mismos. Además, es importante la exigencia en el trabajo realizado, intentando crear una investigación bien hecha, aunque se tenga que rehacer de nuevo.

Por otro lado, es crucial salir de la zona de confort y marcarse desafíos y metas a alcanzar.

Marcad una dirección que queráis seguir, por ejemplo, en mi caso, la incorporación del ámbito internacional con estancias de investigación, proyectos y colaboraciones con diferentes universidades. Finalmente, considero que hay ser competitivo con uno mismo, pero no con los demás. Es esencial ser buena persona y humilde, ayudar a quien te pide consejo y difundir tu investigación para que otros investigadores y la sociedad la conozcan.