
Desde niña me gustó mucho observar lo que sucedía a mi alrededor y tratar de explicarlo. Cuando tenía 8 años me regalaron el juego «Quimicefa» y aprendí a medir el pH, a hacer un volcán con bicarbonato de sodio, vinagre y un poco de colorante alimentario y muchas cosas más. Entonces descubrí que la química puede ser muy divertida, que está en muchas actividades de nuestra vida cotidiana (hacer caviar de melón con alginato y cloruro de calcio, hacer desaparecer el polispan con acetona, etc.). Todo esto hizo que poco a poco me fuera metiendo en el mundo de la investigación.
También tuve mucho apoyo en casa porque mi padre es químico. Él me llevó a muchos museos y ferias y siempre fomento mi aprendizaje de esta materia.