Skip to main content

Aunque nunca tuve una vocación clara por la informática, siempre he sido una persona muy observadora y curiosa, ya desde pequeña. Unas navidades, cuando tenía 4 años y estaba en la escuela infantil, vino a visitarnos Papá Noel. No tardé en darme cuenta de que los zapatos de Papá Noel eran, curiosamente, los mismos que llevaba normalmente mi profesor, Pepe. Más tarde, a los 5 años, decidí morder (no con poca saña) el dedo meñique de mi hermana recién nacida para comprobar si los bebés sentían dolor. Mis padres pensaron que se trataba de celos (puede que tuviesen algo de razón), pero lo que ellos no sabían era que estaba realizando uno de mis primeros experimentos científicos.

Esta curiosidad me ha acompañado durante toda mi vida y, después de acabar la carrera de Ingeniería Informática, decidí empezar los estudios de doctorado para así poder dedicarme a algo que me apasionaba: la investigación.

¡Y qué importante es la investigación para el desarrollo de un país! En mi caso investigo en el campo de la Inteligencia Artificial, y siento una gran responsabilidad por el papel que juega la tecnología hoy en día. Tenemos el deber de que los avances que consigamos contribuyan a mejorar no sólo el bienestar de las personas, sino también a resolver problemas como la discriminación de género o de raza que en ocasiones exhiben los sistemas inteligentes.

Dicen que la curiosidad mató al gato, pero yo espero no dejar nunca de ser curiosa e investigadora.